domingo, enero 13, 2008

DISCRIMINACIÓN Y RACISMO (Parte I)

“Una política interculturalista en contra de la discriminación y el racismo tiene que surgir como un producto original de la especificidad intercultural que intentará regir de manera democrática”.

Mario Roberto Morales

Debe existir conciencia que hablar de discriminación y racismo es hablar de grupos sociales que detentan poder e intentan hacer ver a los subyugados como entes, grupos o sectores deteriorados, absortos en un campo de abstracción de la historia que no ayuda a la evolución natural de la especie, siendo tan potente su arma de enajenación que ha logrado plantearle a la sociedad éstos métodos de distinción como una forma de selección basado en factores carentes de una verdad real, dejando en manos de la sociedad la posibilidad manifiesta de sectorizar mediante status sociales –mal fabricados- lo que ni los mismos genes han sido capaces de alcanzar, para que así, en el silencio de sus acciones quede impune la discriminación que han logrado introducir en la mentalidad ciudadana, como un mecanismo para el alejamiento de grupos de personas de la sociedad en son de un supuesto bien común y camino hacia la equidad.

A través de la historia se han impuesto diversos factores diferenciadores –marcados de una teórica naturalidad- con el objetivo de cesar el abundante crecimiento de los conformadores de los pequeños grupos {y con ello a la vez aislar la posibilidad de la subversión irrevocable por parte de éstos, ante descontentos hacia las políticas de aplicación generalizada que jamás han pretendido hacer de la justicia un estandarte –mucho menos de la libertad e igualdad- sino más bien un gobernar que sobreponga a un sector por encima de los más débiles y aislados}, hemos visto de éste modo como se han reproducido símbolos que permiten la discriminación –y no la distinción como tanto les gusta llamarla a nuestros reales detractores- siendo entre los más reconocidos la enseñanza, la forma de alimentación y las vestimentas {además de otros como la cultura, las manifestaciones artísticas y las creencias sobrenaturales} que aseguraban a los pequeños grupos el prolongamiento de la especie. Queda entonces de manifiesto que nuestro sistema, visto como un reflejo de una evolución retrógrada, ha logrado que la matriz histórico-cultural de la discriminación no sea otra que el innato instinto de supervivencia, sin embargo aún escapa de sus manos el que se convierta en algo biológico natural, aún podemos hacer un cambio de ésta si logramos darle el peso que se merece al hecho de que todavía somos capaces de referirnos a factores culturales.

De forma paralela al nacimiento cultural, que por medio de símbolos pretende otorgar al grupo cohesión social y legitimidad política nos encontraremos con la implantada necesidad de darle a este sector la obligación de poseer identidad como grupo que produce y consume, es decir; otorgarle una falsa necesidad de diferenciación creando así el estado de gestación de la discriminación como hoy en día la comprendemos, conservando las diferencias y considerando la amplitud que tal concepto reviste en la actualidad, grandeza que jamás debimos -como animales pensantes- permitir que poseyera. Se crea entonces un imaginario colectivo del cual los individuos tendemos a sentirnos partes, a defender como superior frente a los demás y que legitimamos mediante el poder que poseamos por sobre el resto e intentamos imponerlo por encima de quienes sentimos superiores, o en su defecto que atentan contra nuestros intereses, por medio de mecanismos que jamás en un estado que se haga llamar de derecho han de ser aceptables, como son la fuerza, la violencia ocupada en contra de los conciudadanos, las armas, las manipulaciones de los medios de comunicación y todas aquellas otras cosas que seamos capaces de pensar, que de seguro no son pocas dado el alto grado de complejidad que han ido adquiriendo con el paso de los años y la colaboración de la tecnología, que es sin duda otro medio discriminatorio.

Se ha escapado, sin embargo, a los sistemas el enorme peso que viene arrastrando lo creado, hoy en pleno apogeo de la “modernidad” se nos ruega por el respeto a las diferencias socioculturales, étnicas y raciales. Hoy se nos pide nuevamente que nos hagamos cargo de un problema del cual somos responsables no como creadores, sino como seguidores de quienes siempre, a lo largo de la historia, han querido y conseguido gobernar nuestras acciones, limitar nuestros pensamientos y redimir todo a un voto político partidista del cual ya somos muchos los cansados. Entran en contravención en esta parte de la historia la supervivencia que se nos planteo en un inicio, con la guerra y las masacres que se llevan a cabo en la actualidad bajo aquellas ordenanzas, no paran al saberse equivocados, quieren seguir invocando al riesgo y nos llaman nuevamente a tomar decisiones dirigidas que en cien años más les sirvan para no cumplir con la responsabilidad de los hechos de los cuales son principales accionistas. Aún estamos a tiempo de matar al neo Pilatos que conforma el sistema, sólo basta que nos decidamos todos a actuar.

Existe otro factor de gran peso, que permite a todos los entes carentes de cordura hacer uso y abuso de las enseñanzas de discriminación que se nos han entregado, se trata de el aumento del flujo migratorio en los estados modernos que ya se hacen llamar multiculturales, pues albergan en su seno una heterogeneidad cultural. Podemos darnos cuenta como hay ciertas situaciones que han escapado a sus razonamientos intencionados {mal}, cuando intentaron reprimirnos, nos dejaron sin opciones reales que nacieran de consultas populares y nos dieron posibilidad de elegir desde la opción a) a la d) tras apercibimiento que ante la negación el derecho actuaría en nuestra contra, siendo éste el método que habían encontrado los estados para llegar a cada uno de los grupos diferenciados culturalmente. Escapó a su idea que las sociedades no serían siempre heterónomas, su derecho se quedó estancado y el dinamismo de la vida en general siguió su curso, debiendo entonces cambiar, no sin antes entrar en contravención de aquellos planteamientos que por tanto tiempo nos han hecho creer; que el derecho es el reflejo de todos los valores recogidos por una sociedad considerada culturalmente homogénea, quedando es discusión su posición de estados unitarios, a ello sumado la creación de instancias internacionales que son superiores y anteriores a las legislaciones sectorizadas, reconociéndose entonces ciertas costumbres que colisionan con los criterios axiológicos predominantes. Y es que la antinomia entre homogeneización e identificación cultural genera especiales repercusiones de orden criminógeno, como son la discriminación y el racismo.

Es la misma supervivencia, una vez planteada como mecanismo de distinción, la que hoy obliga a ciertos sectores del mundo a la migración, los gobiernos no han sabido responder a las necesidades básicas de los individuos y crean una nueva limitación; las diferencias económicas, cuando el Estado no es capaz de responder y dar soluciones válidas a quienes las piden, soluciones que no se tratan de economía sino más bien de dignidad, obligan a sus gobernados a salir del país en búsqueda de mejores posibilidades de desarrollo confortable, asumiendo de este modo una especie de gobierno entre todos los grupos socio-económicamente acomodados, puesto que se ayudan entre sí a erradicar la pobreza de los países prestando asilo a los emigrantes. Sin embargo esto no es más que un nuevo mecanismo de discriminación creado por las clases poderosas, la ayuda no consiste más que en permitir la presencia de extranjeros en territorios nacionales, pero a estos se les ofrecen condiciones de vida muy por debajo de las deterioradas condiciones que los nacionales poseen, maltrato, discriminación y violencia es lo que encuentran estas personas cuando escapan a sus realidades, en ningún minuto se les ayuda, esa no es la verdad, aunque no deja de ser lo que quieren que veamos, olvidando de que las fronteras no son más que líneas trazadas en un supuesto, las fronteras de naciones {mejores o peores económicamente} han sido creadas también por quienes nos obligaron a diferenciarnos. Así los mismos países van cayendo en sonrisas mezquinas y cínicas, pues a la hora de dormir pensaran en lo pobre que son las naciones a las que “ayudan” y en que su riqueza jamás podrá ser alcanzada por las clases acomodadas de ése país.

Del mismo modo podemos observar una disociación –que también ha escapado de las manos de quienes pretenden mantener todo dominado- de las convicciones que alguna vez se nos pensó mantener como únicas, roto ha quedado entonces el discurso moral y religioso que se pretendía utilizar como medio de limitación de acciones, el mayor efecto y avance que hemos conseguido para nuestra libertad con esto es la división entra la justicia y la validez de las normas jurídicas, entendidas ahora como artificios con finalidades que se justifican bajo el alero del nacimiento de derechos fundamentales inalienables e internacionales, que se han visto en la obligación de reconocérnoslos mediante su propio método de limitación y legitimación; las legislaciones. Más aún, ninguna dictadura y ningún gobierno {mucho menos los de la concertación que están teñidos de sangre} han tenido la valentía de proclamarlos por sí solos y se refugian en la adhesión de convenios internacionales, los cuales a menudo violan riéndose de nuestra humanidad y colocando por sobre ello la calidad de legislados, olvidando además que el artículo 5º de nuestra Constitución Política, en su inciso 2º proclama que; “[…] El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto de los derechos esenciales que emana de la naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución así como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes” otorgándole con esto, a tales convenios, carácter constitucional. Nuevamente el Estado se contradice, pues nos obliga a respetar por sobre todas las normas a nuestra Carta Constitucional –de dudosa validez al haber sido proclamada en un gobierno totalitario- y sin embargo es él mismo quien no es capaz de respetar las normas anexas de ésta, como lo son sus tratados internacionales.

1 comentario:

Munhti dijo...

Sobre esta primera parte: No sé cuántas cosas diré, pero supongamos que son dos.

Una, me extraña que hayas ocupado el término "apogeo de la modernidad" porque sinceramente, creo (muchos otros también), que la modernidad ya tuvo su apogeo, y que si en alguna etapa de la modernidad estamos hoy, claramente no es en el apogeo. La fe en el progreso continúa, pero hubo y aún hay cuestionamientos y descreencia, lo que no significa que existan proyectos alternativos con seguidores masivos, nada de eso, si no que hay un replanteamiento a partir del seno de los mismos que dominaron toda la modernidad, que se da desde las dos guerras mundiales acontencidas. Existe una reconstrucción económica importantísima se instaura el neoliberalismo, luego de que las economías en guerra hayan tenido que estar mucho más planificadas, y teniendo que entregar compensaciones. Además, hay un replanteamiento del rol de la ciencia, de la filosofía, etc. Todo a raíz de los acontecimientos bélicos.
Si me refiero a esto, que puede parecer menor, es porque no creo que sea así, a pesar de que coincido con gran parte de tu análisis hasta ahora, me parece que situarla en un contexto posterior a la modernidad es interesante, en cuanto a ciertas necesidades de rearmar diferenciaciones, y ese juego constante de integración-diferenciación. Por lo demás, en esta etapa extraña de la modernidad, se despliegan otro tipo de temáticas y la lucha (la lucha así en general) debe ser capaz de darse cuenta donde se encuentra erguida, qué armas tiene y que espacios puede ocupar.

Ya no recuerdo lo segundo que te iba a decir, cuando me acuerde lo conversamos.

Te amo, chau!!